"El Honor es la principal divisa del Guardia Civil. Debe, por consiguiente, conservarse sin mancha. Una vez perdido no se recobra jamás." (Art. 1 del Reglamento de la Guardia Civil)





La Guardia Civil, en el día de su patrona recibirá el homenaje de muchos ciudadanos anónimos en todos los rincones de España. Los homenajes, cuando son institucionales son protocolarios y un poco fríos, no porque no reflejen de verdad agradecimiento hacia quien los recibe, sino porque están mezclados otros componentes que cambian el espíritu del acto. Sin embargo, todos los años, al llegar el día del Pilar, son miles los ciudadanos que se acercan a las casas cuartel de la Guardia Civil y agasajan de forma espontánea a sus miembros con felicitaciones, que les llenan de orgullo por el reconocimiento a su labor.
Excepciones aparte, los hombres y mujeres del Instituto, del Benemérito Instituto, son conscientes de que desde el primer momento en que se ponen ese tricornio, se van a encontrar con una vida de servicio a la población, de sacrificios, tanto personales como familiares y en algunos casos de entrega máxima, perdiendo la vida en el desempeño de su deber. Ni el cansancio, ni la mano asesina han conseguido que se deje de prestar servicio, al contrario, ha servido en muchas ocasiones como aliciente para ser mucho más valientes y más estrictos con su cumplimiento.


Desde estas líneas, una vez ya expresado mi homenaje a los guardias civiles, me gustaría rendir un pequeño tributo a una parte fundamental de la Institución y que muchas veces se olvida que también son un componente de la misma, las familias. España está sembrada de Casas cuartel, donde los profesionales del Instituto viven con sus familiares, compartiendo todos los avatares de su vida profesional. Pero es que además de acompañar a su padre, marido o esposa en los traslados, comparten con ellos las numerosas renuncias a las que se ven sometidos por la disponibilidad y el sistema de ascensos. Son el puerto de regreso, el calor que tanto conforta después de un servicio difícil, con calor o frío, en cualquier circunstancia. En muchas ocasiones en esos hogares se viven los miedos callados, mientras el cónyuge está trabajando en zonas peligrosas y lo peor de todo es que en muchas ocasiones, los temores han sido justificados y los llantos han llenado las dependencias de las Casa Cuartel. En unos casos recibiendo el cuerpo del ser querido o en otras recibiendo directamente el ataque de los asesinos, que han convertido a hombres, mujeres y niños en sus objetivos, de forma indiscriminada, como ocurrió en Zaragoza, Vic o con mejor fortuna en Burgos. A esas personas, a esas familias, hay que mimarlas, la propia Institución debe entenderlo así, porque si ellas están a gusto los guardias están tranquilos, cumplen su servicio sin más preocupaciones y con mucha más efectividad. De otro modo, una mala situación de sus familiares, a pesar de la gran profesionalidad demostrada, redundará de forma negativa en el trabajo diario.
Expreso mi apoyo más sincero a ese Cuerpo al que creo que debemos tanto.
¡Viva la Guardia Civil!