Foto: Lastur donde hemos estado
Ya he vuelto de vacaciones, que rápido se pasa lo bueno, he estado desconectada de internet por lo que me tengo que poner al día con todos vuestros blogs.

Hemos pasado una semana en el País Vasco en un alojamiento rural, bueno mejor dicho, muy rural, en el Valle de Lastur, de Itziar, una pedanía de Deba. El sitio es precioso, metido en mitad de montes con bosques frondosos y siempre verdes. En total eran seis edificios pero no faltaba de nada: Albergue (donde había niños saharauis), casa rural (donde estábamos nosotros), taberna, capilla, colegio y molino. En el centro de todo eso, una plaza de toros, famosos en los municipios de alrededor, que se celebran todos los sábados por la tarde.
Foto: Molino
Desde allí nos hemos movido mucho, visitando Zumaia, Lekeitio, Zarauz, Arkoitia, Getaria, Deba, San Sebastián, Genernika, San Juan de Luz (Francia), etc., hemos hecho un triángulo formado por Elantxove hacia el oeste, el Santuario de Aranzazu hacia el sur y San Juan de Luz hacia el este.
Hemos visitado pueblos con mucho encanto como Elantxove, señoriales como Zarauz, históricos como Guernica, sí puedo afirmar que en todas encontramos cosas muy interesantes: playas, iglesias, cascos urbanos, paseos marítimos, universidades antiguas, museos, santuarios, etc., que no todo era turismo gastronómico.
Foto: En la casa rural
En relación con esto último, la fama que tiene el País Vasco, es la de comer mucho y muy rico. Es la pura verdad, tengo que decir que hemos caído en el pecado de la Gula una vez detrás de otra. El día de los “pintxos” en San Sebastián, fue el no va más. Nueve bares y una pastelería. En todos los bares uno o dos “pintxos”, algunos enormes acompañados de buena sidra y txakolí y al final, como remate, café con pasteles. Por la noche al llegar a Lastur, decidimos tomar algo suave en casa y encargamos algo en la taberna, así que siguiendo instrucciones de la cocinera, acabamos cenando a base de chorizo frito, jamón, queso, embutido, ensalada, y sidra, en fin, “sin conocimiento”.
Cada día, después del paseo matutino a través de los montes que daban los hombres del grupo, salíamos a hacer algún itinerario y volvíamos sólo para cenar y descansar. Ha sido realmente agotador aunque ha merecido la pena.
Como no podía ser de otra manera, para terminar nos vinimos cargados con queso de Idiazabal, comprado en un caserío cerca de donde estábamos, embutido, txakolí, pacharán, en fín pequeños recuerdos para prolongar un poco más las buenas sensaciones que nos han provocado aquellas tierras. Foto: Comprando quesos en un caserío
Izaskun, la propietaria de la casa rural, al despedirnos, nos pidió que hiciésemos buena propaganda porque todos “no son iguales”. Es cierto, todo el mundo ha sido amable y respetuoso con nosotros, es lo que puedo decir y sería estupendo volver a visitar aquellas tierras.
En este viaje nos hemos encontrado con dos de las familias adoptantes que conocimos en Almaty, pero eso lo pondré en el siguiente post.

Desde el norte nos fuimos al Sur, concretamente a Huelva para bañarnos en sus playas porque yo fui incapaz de bañarme en las playas del norte por lo frías que estaban.