No quería irme de estos países sin ir a visitar el lago Issyk Kul, en Kirguistán, el segundo lago glaciar más grande del mundo, tiene casi doscientos kilómetros de largo y unos sesenta de ancho, con una profundidad de unos setecientos metros. Esta situado entre las montañas del Tian Shan a más de mil metros de altura. Sus aguas tienen un color especial, azules oscuras, y de una limpieza envidiable.
Comenzamos viajando desde Almaty hasta Bishkek, la capital de Kirguistán, donde está el lago. Allí pasamos el viernes. Bishkek es una ciudad postsoviética, de ambiente tranquilo, gentes amables y muchos lugares por donde pasear. No es la primera vez que visitamos esta ciudad y allí tenemos nuestro restaurante favorito, el “Cuatro Estaciones”, con una terraza rodeada por un frondoso parque y un cocinero que entiende la cocina como arte, con el resultado de unos platos elaboradísimos, exquisitos pero servidos a la hora de pedirlos. Una cosa por otra.
Al día siguiente, a media mañana partimos hacia el lago Issyk Kul, el objeto de nuestro viaje. De camino paramos para visitar la Torre Burana, del siglo IX antiguo minarete y único vestigio de Balasagún, ciudad del reino de los karakánidas y parte de la antigua Ruta de Seda. Al lado de la torre hay estelas funerarias con inscripciones en árabe, restos de símbolos de muchas religiones al ser punto de paso de los mercaderes de muchos pueblos y culturas y numerosos petroglifos (dibujos en piedra realizados con incisiones sobre la superficie, con una antigüedad de varios milenios.). Podéis encontrar mucha información sobre esta torre en Internet.
Al cabo de otro buen rato de viaje por fin avistamos las aguas azuladas del lago Issyk-Kul. Decidimos rodearlo por la orilla sur, que es la que se encuentra menos explotada y por tanto más virgen y auténtica. Hasta que no se decide llegar a la otra punta, no es posible hacerse una idea de lo enorme que es. Si alguien no supiera donde se encuentra, aseguraría que está frente al mar. Hay oleaje, playas de arena y conchas y por muchas partes no se ve la otra orilla, sólo el horizonte sobre el agua. Esta calificado reserva de la biosfera y patrimonio de la humanidad, pero además es patrimonio del gobierno kirguiso, que cobra un “canon ecológico” por entrar a la zona, pero que seguramente irá a engordar los bolsillos de alguien porque los pueblos ribereños, en su mayoría de pescadores, están en un estado lastimoso, con unas carreteras lamentables.
Este lago, como todas las maravillas naturales, está repleto de leyendas. Una de las más importantes es que se dice que en algún lugar, en el fondo del lago, se podrían encontrar los restos del evangelista San Mateo, en los muros de un antiguo monasterio cristiano. Como todas las leyendas, se refuerzan con hechos más reales. En enero de este año, se publicó la noticia de que una expedición científica submarina, a cargo de arqueólogos rusos y kirguisos, había descubierto en el fondo del lago los restos de una antigua civilización mucho más antigua que el monasterio mencionado pero que podía ser tan importante como la civilización helena o griega.
Al final de nuestra etapa llegamos a Karakol (significa muñeca negra), ciudad-pueblo de unos setenta mil habitantes, tan tranquilo que las calles parecen vacías. En esta ciudad hemos visitado la mezquita Dungana, con una construcción similar a una pagoda y que se ha construido de madera y sin un solo clavo. Después, ya casi atardeciendo, visitamos la iglesia ortodoxa de la Trinidad. La verdad es que siendo las dos cosas muy bonitas, me gustó más la mezquita. El cuidador nos dejó entrar, fotografiar, incluso dentro de la mezquita, eso sí, a la salida nos indicaron el buzón de las ofrendas.
El domingo por la mañana, hemos visitado el mercado de animales porque sabíamos que se concentran personas de las aldeas cercanas que visten ropas y sobre todo los típicos gorros kirguisos. Creo que el calificativo sería curioso más que interesante.

Comenzamos el regreso a Almaty y hemos decidido hacerlo, en lugar de por la orilla norte del lago, atravesando las montañas, por un paso que enlaza Kirguistán con Kazajstán a través de la cordillera. Ha sido todo un acierto a pesar el camino tan malo que hemos soportado durante más de 100 kms. Ríos corriendo, manadas de caballos en libertad sobre el fondo de nieves perpetuas, pastores viviendo en aldeas alejadas de toda civilización que saludaban al paso del coche.
Sólo puedo decir que es un lugar idílico, impresionante, para perderse unos días y olvidarse del mundo. Las fotografías hablan por sí solas.
Continuaré poniendo más fotos sobre el viaje a Vietnam y Camboya.