Los errores médicos se producen en todas partes, pero después de leer el siguiente artículo publicado hoy en un periódico kazajo, cada vez me doy más cuenta, no sólo de la mala calidad de la medicina en KAZAJSTÁN, de lo cual pueden dar fe los españoles que han tenido que sufrirla, sino de hasta que punto puede un profesional errar y perseverar en el error.
Se trata de una niña de tres años a quien se le diagnostica cáncer en los ojos y le amputan el ojo derecho con un diagnóstico de dos meses de vida. Sin embargo, la niña cumple dos años y está sana, con apetito y creciendo.
Cuenta la madre que durante ese tiempo, cada noche se levantaba y escuchaba su respiración esperando que en cualquier momento dejara de hacerlo.
Cuando ya cumplió los dos años, los médicos informan a la madre que hay que amputar el otro ojo que tiene tan mala visión para salvarle la vida. Sin embargo, gracias a ese instinto que sólo tienen las madres, decide no hacer caso a los médicos de Almaty, reúne el dinero que puede y marcha con la niña a RUSIA. Allí, en SAN PETERSBURGO, después de muchas pruebas el diagnóstico está claro: ni tiene ni ha tenido nunca cáncer en los ojos.
La madre ha decidido no denunciar a los médicos de Almaty, preocupada no tanto por la justicia para su hija como por conseguir que, la recuperación prometida por los médicos rusos, se pueda producir.
Esta noticia me ha recordado a un caso que vivimos nosotros mismos. Cuando una mañana mi hija se levantó con una pequeña infección en un ojo, llamamos a la clínica internacional de Almaty y allí nos dijeron que al ser sábado debíamos ir al médico de uno de los hospitales de la ciudad que era con los que tenían concierto. Al llegar allí, el oftalmólogo examinó a la niña de forma muy superficial y después de recetarle crema antivírica para el ojo, nos dijo que debíamos ir con ella a un hospital de infecciosos antes de que la infección pasase al cerebro. Nosotros pensamos que seguramente fue eso lo que le ocurrió a él de pequeño porque era una explicación que sin ser médico, sabíamos que no tenía razón de ser. Como además conocíamos la calidad de los médicos del país y sabiendo que matan las moscas a cañonazos, nos fuimos a otra clínica privada de la que teníamos mejores referencias y allí, la doctora de familia, diagnosticó una simple conjuntivitis y un tratamiento sencillísimo.
En KAZAJSTÁN el sistema sanitario es lamentable y va a peor. Las instalaciones son penosas, como prueban las fotos que adjunto de un hospital privado de maternidad, donde, además si después de tener un niño, necesitas un baño privado, debes pagarlo aparte, donde las incubadoras parecen peceras, el material quirúrgico se hierve en cacerolas, etc. (estas cosas las he visto yo con mis propios ojos).

Tenemos un íntimo amigo allí que es médico. Él mismo, nos recomendaba no hacernos caso de ningún médico que pueda haber obtenido el título de medicina en los últimos quince años. Los títulos, muchos de ellos, se consiguen a base de dinero y de compra de exámenes. Apenas hay manuales en kazajo y existe un empecinamiento en utilizar la menor cantidad posible de manuales en ruso, bibliografía obligada para cualquier especialista. Comenta nuestro amigo que los médicos que se incorporan a los hospitales no tienen ni los más mínimos conocimientos para ejercer su labor. En fín, una pena, pero lo que está claro es que es un sector que no da beneficios y por tanto, cuanto menos recursos se le dediquen, mejor.