La mía no es una historia única, se repite en cada una de las familias extranjeras que han venido a vivir a este país, Kazajstán y a esta ciudad, a Almaty. Todas las mujeres llegamos aquí, en la mayoría de los casos, siguiendo a nuestros maridos en su carrera profesional y tan lejos de casa, de los nuestros y de “lo nuestro”, que nos unimos como en una gran familia.Aún recuerdo el momento en que mi marido me comunicó que nos iríamos a vivir a Kazajstán. Fue terrible, un país terminado en “-tán”, del que en Internet apenas encontré información y entre la poca que se podía obtener, uno de los datos que más preocupaban por la posibilidad o no de adaptarme era que la inmensa mayoría de la población era musulmana. Ante ese vacío informativo me imaginaba sola, en una ciudad hostil y lejos, muy lejos de casa.
Sin embargo me equivoqué. Me recibieron muy bien y enseguida conocí a un gran número de expatriados de muchas nacionalidades, que se encontraban en las mismas circunstancias que nosotros y que habían llegado con los mismo miedos.
La unión entre todas las familias ha sido muy estrecha. Hemos pasado momentos buenos, malos o regulares, pero siempre juntos, contando con el apoyo de los demás, en todo momento de forma incondicional. Hemos sido los unos para los otros los padres, los hermanos, los familiares que no teníamos al lado y en quien necesitábamos apoyarnos. Las reuniones periódicas de mujeres, sobre todo las de habla española, han sido muchas y muy buenas, lo hemos pasado de lo lindo.
Pero todo tiene su fin, ahora empieza la hora de las despedidas, la parte más triste de la historia. En los cinco años que pronto llevaré aquí he visto llegar y marcharse ya a mucha gente. Ahora le toca el turno a Silvia y a Mara a quienes desde aquí quiero rendir un pequeño homenaje.Hoy ha sido una de las cenas de despedida de ambas familias y los sentimientos eran contradictorios. Por una parte, la alegría de salir de esta ciudad tan difícil pero por otra parte, la pena por el tiempo vivido aquí y las personas conocidas, a muchas de las cuales, sobre todo por cuestión de nacionalidad, no vas a volver a ver nunca más.
Queridos Jordi, Silvia, Lars, Mara y familia, muchas gracias por ser como sois, y quiero que sepáis que no considero esto un “adiós”, si acaso un “hasta la próxima”, porque sé que nuestros caminos se volverán a cruzar en algún punto de la vida. Lo que si puedo asegurar es que ya sois una parte de nuestro corazón, han sido muchos momentos compartidos y por eso no os olvidaremos estemos donde estemos. Seguro que cuando cualquiera de nosotros cuente las anécdotas de Kazajstán, en más de una ocasión nos mencionaremos, con lo que el recuerdo se afianzará aún más.
Sé que todos os lleváis algo bueno de este país en el corazón, incluso Silvia, con su embarazo, que se lleva algo mucho más especial que nunca podrá separar de su estancia por aquí, al fin y al cabo los primeros meses de esa criaturita han transcurrido en Almaty.
Desde aquí, desde estas humildes líneas, os quiero expresar el cariño que sentimos hacia todos vosotros y os deseo, de todo corazón, que tengáis mucha suerte en vuestra vida. Un beso muy fuerte para todos y hasta pronto.
La noche que nació
El dolor de los amantes era tan intenso que
Es una leyenda que nos han contado habitantes de las estepas, siguiendo la tradicional transmisión oral de las historias que forman parte del alma de los nómadas.
Hoy, he ido con unas amigas a comprar una cuna tradicional kazaja, con la intención de hacer de ella un bonito y original macetero. Adjunto una foto de dicha cuna para que se vea de lo que estoy hablando. Si os fijáis bien tiene un agujero en el medio que como cualquiera puede suponer es para las necesidades de los bebes en ella acostados. Efectivamente, así es. Sin embargo, no creo que haya nadie de los que pueden estar leyendo estas líneas que se hagan una idea del sistema. 




Ahora tengo yo que entregarlo, me gustaría poder dárselo a todos los que os leo.
Este premio se lo entrego:
No queríamos volvernos a Almaty sin visitar, (con permiso) a nuestros queridos niños, tanto en Sevilla como en Madrid. Un fin de semana en Sevilla fue suficiente o casi para volver a encontrarnos con esos padres e hijos a los que tanto cariño tenemos. Sólo fueron tres días para visitarlos a todos.


Luego en Madrid, también quedamos para comer con Manuel y Delia, Javi y Sara, y sus respectivas chiquitinas, Marina y Elia. La primera, rubia peligrosa es todo un terremoto inagotable que no para nunca. Debe caer rendida por la noche pero sus padres también. Había que verla con esas gafas de diseño, y el pelo tan rubio. Por último, nuestra Elia. Es simpática, muy cariñosa y muy guapa, dispuesta a besar a todo el mundo, es más tranquila. La verdad es que creo que los veo a todos con poca objetividad porque todos, absolutamente todos, los sevillan@s y madrileñas, me parecen guapísimos y a todos los quiero como algo mío. 




