Siempre que tenemos que llevar a alguien de excursión incluimos varias rutas fijas, entre las que se encuentra la excursión al lago Esyk y el Valle de Turguen. De camino hacia ambos, existe una parada intermedia que para nosotros es obligada para ver a nuestro amigo el “arqueólogo nómada”. Le llamo así porque en invierno vive en el pueblo de Esyk y en verano monta su yurta cerca de algunos kurganes (túmulos escitas).









Es un personaje peculiar. A sus casi ochenta años, se mueve como una lagartija entre los restos de uno de esos kurganes, contando a todos lo que le quieren escuchar cómo participó en el descubrimiento del guerrero de oro, armadura de dicho metal que se encontró en una tumba regia y que es uno de los símbolos nacionales. Siempre tiene una sonrisa en la cara y está de buen humor, es muy agradable estar con él, se pasan las horas sin darnos cuenta. Nos invita a su yurta, nos ofrece té y se levanta rapido sin decir nada y viene con un par de tomates en la mano y nos prepara una ensalada. La cuberteria y la vajilla es para verla, no por lo humilde que es, si no, lo sucia que está, pero el agua hirviendo para el té lo mata todo. Lo importante es poder estar con él oyendo como cuenta sus vivencias y lo interesante que es. Es muy buena persona. En una ocasión con su buen humor que le caracteriza, me propuso pasar una noche con él para mirar las estrellas yo le miré extrañada y él me dijo que podía con una mujer más puesto que tenía dos de momento, una para el verano y otra para el invierno. Este año de momento no hemos pasado a verle, pero le debemos una visita, se lo merece.
En su improvisado museo, muestra piezas rescatadas de la tierra, que supuestamente pertenecieron a aquellos pueblos. La gran mayoría de los objetos de valor circuló hacia las tumbas de piedra con túmulo o kurganes de los escitas reales. La tradición se documenta ya desde los siglos VIII-VII a.C. como lo muestra el gran kurgán de Arjan, con 110 metros de diámetro y con habitaciones que rodeaban la tumba central, en la que se encontraron individuos de diferente sexo. En el conjunto habían sido enterrados en las habitaciones laterales hasta 15 individuos y 160 caballos, además de documentarse los restos de un gran banquete.


Es difícil, incluso para nuestro amigo, el arqueólogo, si se le pregunta con profundidad, datar con suficiente exactitud la presencia escita por estas tierras pues no tuvieron un estilo de vida ni de construcción hasta el siglo VI a.C. . Los escitas eran un pueblo indoeuropeo que se movieron hacia el Este de Europa allá por el año 1000 a.C.

Desde el final del siglo VII al III a.C., los escitas ocuparon la estepa al norte del mar Negro, desde el Don en el este hasta el Danubio en el oeste. Los escitas se dividían en diversas tribus independientes, algunas de las cuales se convirtieron en agricultores, otras se desplazaron hacia el norte del mar de Azov e incluso llegaron la región siberiana de Altai, donde con el tiempo llegaron a ser los escitas orientales o sakas.

El gran rey Atheas unificó todas las tribus escitas y expandió el reino hacia el territorio Tracio. En el 339 a.C. Atheas fue muerto a la edad de 90 años, en una batalla contra Filipo de Macedonia, padre de Alejandro Magno. Pero esto no supuso el fin del reino escita que continuó siendo fuerte durante algún tiempo más, solo bajo la presión conjunta de celtas y tracios por el oeste y sármatas por el este el reino escita desapreció.